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La industria colombiana del modelaje webcam denuncia explotaciones sexuales y laborales

A partir de testimonios de modelos y recomendaciones para los estudios, Human Rights Watch presentó una investigación sobre explotación sexual con graves resultados.

Colombian Girl-cam model Angela Cianuro performs during a webcam session at her apartment in Bogota on April 12, 2020. (Juan Barreto/AFP via Getty Images)

Colombian Girl-cam model Angela Cianuro performs during a webcam session at her apartment in Bogota on April 12, 2020. (Juan Barreto/AFP via Getty Images) / JUAN BARRETO

La organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW), una plataforma internacional que investiga los derechos humanos y su vulneración en varias naciones, incluyendo a Colombia, publicó un informe con testimonios de modelos webcam en el país que denuncian abusos sexuales y laborales en la industria.

De acuerdo con el informe ‘Aprendí a decir no’, de 175 páginas, divulgado a partir de este 9 de diciembre, las modelos han denunciado condiciones antihigiénicas, turnos de dieciocho horas sin descansos y coacciones para “realizar actuaciones sexuales que consideraban degradantes” en Bogotá, Cali, Medellín y Palmira.

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En los estudios las trabajadoras graban contenidos difundidos por páginas y aplicaciones para adultos en todo el mundo. Según las estimaciones de HRW, en la industria global de la webcam para adultos las plataformas se quedan con entre el 50 y el 65% de lo que los espectadores podrían atreverse a pagar.

“Las plataformas de webcam para adultos con sede en Estados Unidos y Europa deben abordar de inmediato los abusos laborales y la explotación sexual en los estudios de webcam colombianos”, advierte la ONG. La industria “ha evitado en gran medida el escrutino”, señaló la investigadora Erin Kilbride.

Kilbride es parte de Human Rights Watch y es autora del informe. “Las plataformas de cámaras web tienen la responsabilidad de identificar, mitigar y prevenir los abusos de los derechos humanos por parte de los estudios, y deberían llevar a cabo reformas acordes con las responsabilidades internacionales”, añadió.

Human Rights Watch se asoció con las organizaciones de defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales Liga de Salud Trans y Corporación Calle 7 Colombia, con las que pasó dieciocho meses investigando los estudios de webcam para adultos en Colombia y entrevistó a 55 mujeres con experiencia en el sector.

Los testimonios de las modelos

María, una modelo de webcam de 33 años, trabaja en turnos de doce horas en un cubículo de 1x2 metros en Bogotá. Le dijo a HRW que aparece en al menos once plataformas diferentes de webcam para adultos, pero que nunca ha visto ni firmado personalmente las condiciones de servicio de ninguna de ellas.

Lo que cree es que los propietarios del estudio en el que trabaja, que se queda con el 60% de lo que puede pagar una plataforma —a cambio de proporcionar una cámara y WiFi—, firman los términos de las páginas para adultos. María narra que puede compartir su turno con cenizas y fluidos corporales en su cubículo.

El estudio en el que María transmite no contrata personal de limpieza, pero sí ha instalado cámaras de vigilancia en los vestidores donde las modelos se cambian de ropa, en la escalera en la que van hacia los sitios de grabación y en los baños. “Saben cuándo estás usando el baños”, manifestó.

“Un espectador quería que representara una violación, y no me gustó pero necesitaba las fichas”, contó María, quien añadió que, aunque en buena parte de los casos en los que se niega a hacer algo un cliente solamente sale del chat, los propietarios del estudio la “acosaban constantemente” y entraban en su sala.

Como ella, las más de cincuenta trabajadoras sexuales entrevistadas expresaron que trabajan en cubículos pequeños con falta de ventilación, en los que encuentran pelos, comidas y basura, “infestaciones de chinches y cucarachas”, y “semen, vómitos, heches, leche materna y otros fluidos corporales”, apunta el informe.

Algunas identificaron abusos verbales, físicos y sexuales por parte de la dirección de los estudios, y coacción para llevar a cabo actos sexuales a los que no dieron su consentimiento. Las condiciones laborales incluyen robos de salarios, multas por hacer pausas y elementos cubiertos de fluidos de otros empleados.

“Varias modelos habían sido informadas por los empleadores de sus estudios de que decir que no a una solicitud de un cliente o tomarse un descanso, incluso para beber agua, repercutiría en sus ingresos o provocaría la desactivación automática de su cuenta”, añade el documento, con narraciones de las intérpretes.

Una mujer transexual boliviana de veintinueve años que trabajaba en un estudio de Bogotá expuso que cuando pidió a su encargado poner fin a una actuación con penetración debido a un dolor extremo, él “dijo que si paraba, le haría daño a la calificación”. “Así que tuve que seguir”, remachó la actriz.

Las recomendaciones de Human Rights Watch

De acuerdo con el comunicado en el que HRW anuncia la publicación del informe, la oenegé “no aboga por criminalizar la industria de webcam ni los estudios”, sino que prefiere “identificar medidas concretas que las plataformas, los estudios y el Gobierno deberían adoptar para abordar los abusos y erradicar la explotación”.

“Las plataformas, por su parte, han fracasado en gran medida a la hora de desarrollar suficientes protocolos de debida diligencia relacionados con la salud laboral, la seguridad, el saneamiento y las condiciones de trabajo de los estudios con los que trabajan”, se lee, a su vez, en la investigación.

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Para la organización, el trabajo sexual “es un trabajo”, por lo que las trabajadoras sexuales “merecen las mismas protecciones laborales que todos los trabajadores”. Por ello, las plataformas deberían desarrollar normas de salud y seguridad en el trabajo, además de protocolos para casos de incumplimientos.

Asimismo, HRW recomienda inspecciones periódicas en todos los estudios, así como prohibiciones para que “los propietarios, directivos, monitores y demás personal de los estudios” ejecuten coacciones para las modelos. Otro de los consejos es implementar una función de “pausa” o “descanso” para las modelos.

El equipo investigador se puso en contacto con BongaCams, Chaturbate y Stripchat, tres de las cuatro aplicaciones más usadas por las modelos y los estudios, y las plataformas dejaron ver sus políticas en contra de la trata de personas y el abuso sexual infantil, pero negaron su responsabilidad en otros abusos laborales.

Algunas mujeres entrevistadas recomendaron que los estudios proporcionen atención médica, escritorios ergonómicos, limpieza profesional y formación en higiene para las personas recién contratadas. HRW sugirió eliminar barreras que impidan que las modelos tengan sus cuentas sin que sean propieda de los estudios.

El informe les recomendó a los estudios pagar a todas las modelos “un salario digno que sea al menos un salario mínimo”, suministrar textos en español de los términos y las condiciones de todas las plataformas que utilicen, emitir contratos escritos y entregar informes sobre las ganancias de las trabajadoras.

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